Desde tiempos inmemoriales las semillas han constituido un ingrediente fundamental en la alimentación humana. De hecho, casi todas las grandes culturas veneraron alguna semilla, en la que confiaron para sanar a las personas y enriquecer su gastronomía. Debemos a antiguas civilizaciones como la egipcia o la griega el hallazgo de muchas de sus propiedades nutritivas y posibilidades culinarias.
Las semillas más completas
En España, uno de los principales países productores, existe una larga tradición de comer pipas de girasol como aperitivo. Pero, por lo que respecta al resto de semillas, su porcentaje de consumo es más bien bajo, cuando no inexistente. Un hecho lamentable ya que, además de resultar el tentempié perfecto, estos pequeños ingredientes tienen la capacidad de transformar y dar vida a los alimentos más insípidos, y complementan especialmente bien los cereales del desayuno, las ensaladas o los salteados.
Se conoce una extensa variedad de semillas aptas para el consumo humano. Son muy diferentes entre sí en sabor y aspecto, pero coinciden en su concentración de minerales y contenido oleico, así como en sus saludables beneficios.
Semillas de lino. Destacan por su poder laxante. Y la gelatina que producen al dejarlas en agua durante unas horas es un protector ideal para nuestro colon. Debido a su riqueza en ácidos omega 3, también refuerzan nuestro corazón y disminuyen el colesterol en la sangre. Las últimas investigaciones revelan que esta semilla es la compañera ideal en la dieta de las mujeres, a cualquier edad. Suaviza los efectos de la menopausia gracias a sus fitoestrógenos, previene ciertos cánceres como el de mama y regula la ovulación, un efecto muy interesante para las mujeres que deseen ser madres. Su textura crujiente y leve sabor a nuez enriquecen nuestros cereales del desayuno. Una mezcla de semillas de lino y sésamo molidas nos permite prescindir del pan rallado en los empanados.
Semillas de girasol. Los girasoles son uno de los muchos tesoros culinarios que nos llegaron de América. Entre sus dorados pétalos nacen unas semillas energéticas de las que se extrae uno de los aceites más utilizados del mundo (es recomendable, eso sí, recurrir a sus versiones biológicas de prensado en frío). Para transformar una macedonia de frutas sólo hay que añadirle una cucharadita de estas semillas. Un truco para hacer más gustoso cualquier ensalada es agregarle unas semillas de girasol, que previamente habremos tostado con un poco de guindilla, comino y unas gotitas de limón. Con sólo 40 gramos de estas semillas al día le estaremos dando al cuerpo todos los antioxidantes que necesita, ya que aportan mucha vitamina E, así como buenas cantidades de vitamina B1, magnesio y selenio.
Semillas de calabaza. Cada vez son más populares debido a los nuevos descubrimientos sobre su efecto en la salud, en especial la de los hombres. Son diuréticas y el mejor aliado para combatir los problemas de próstata. Gracias a su abundancia en proteínas y minerales, son ideales para deportistas. Si queremos limpiarnos por dentro, haremos bien en recurrir a estas semillas, desintoxicantes y vermífugas (antiparasitarias). En la cocina, si las tostamos y trituramos con aceite, perejil y ajo, conseguiremos una salsa exquisita para añadir a ensaladas, platos de pasta o para untar en el pan.
Semillas de sésamo o ajonjolí. Esta minúscula semilla lleva siglos dando sabor a multitud de platos asiáticos y a la repostería popular española, con toda probabilidad por influencia de la árabe. Su color depende de la variedad de la que proviene; las semillas pueden ser blancas, amarillas, negras o rojas. Su elevado nivel de calcio y cinc pone a esta semilla a la cabeza de los alimentos más usados en la prevención y tratamiento de la osteoporosis. También posee gran cantidad de manganeso y cobre. Contiene, además, dos sustancias exclusivas, el sesamolín y el sesamín, cuyo último efecto descubierto es que protegen el hígado frente al deterioro oxidativo. Y un detalle que no es menor: de entre todas las semillas y frutos secos, es la que ostenta la tasa más alta de fitoesteroles. A través de su prensado en frío se obtiene un aromático aceite, que tiene la virtud de resistir mejor que otros el paso del tiempo. En forma de pasta se elabora el famoso tahin y molidas con sal dan lugar a la sal de gomasio.
Semillas de amapola. Estas dulzonas semillas no son fáciles de conseguir en España, ya que no existe en nuestra gastronomía una tradición en el uso de la amapola. Su sabor, en cambio, es muy apreciado en la repostería del norte de Europa o en la cocina japonesa. Resultan más que generosas en calcio y fósforo, así como en proteínas. Y son conocidas por sus propiedades anti-tusígenas y expectorantes. Hay dos variedades, la negra o la blanca, aunque esta última se utiliza principalmente en la cocina india para espesar salsas y curries. Su ligero sabor almendrado y su textura crujiente (sobre todo si las semillas se han tostado previamente) acompañan muy bien panes y dulces.
Semillas de hinojo y anís. Excelentes para el metabolismo tanto en infusión como incluidas en platos de digestión pesada, para aromatizar ensaladas y también para germinar. Otra buena recomendación es añadirlas en la cocción del arroz. En algunos lugares del mundo se mastican para refrescar el aliento. Con un regusto a regaliz, y de sabor dulzón, las hemos usado desde siempre en la elaboración de nuestras rosquillas y galletas. Estimulan la formación de glóbulos blancos y su efecto digestivo es indiscutible.
Semillas de comino. Son muy apreciadas en la gastronomía del sur de España, por su vinculación a la árabe; no pueden faltar en un buen gazpacho, por ejemplo. En el norte de Europa se utilizan profusamente en la elaboración de licores y panes. Las semillas de comino estimulan el apetito y el buen funcionamiento del aparato digestivo, previniendo trastornos como las fermentaciones intestinales. Están indicadas en estados carenciales de agotamiento.
Semillas de alcaravea. Dulzonas y parecidas a las del anís, son muy populares en el norte de Europa, donde se incluyen en muchos panes. Le dan un toque, también, a los gratinados con queso. Y resultan carminativas y antibacterianas.
Semillas de angélica. En Oriente Medio se espolvorean sobre las legumbres para hacerlas menos flatulentas. En la Europa medieval tenían fama de ser un remedio eficaz contra venenos y plagas. Hoy sólo se utilizan para dar sabor a licores como Chartreuse o la ginebra.
Semillas de cardamomo. Estas pequeñas joyas culinarias aromatizan los platos de la gastronomía oriental. Son además muy utilizadas en la repostería árabe y del norte de Europa. Ideales para perfumar el arroz Basmati y para añadir al té o al café. Sirven para estimular el apetito y mejorar la digestión.
Semillas de apio. La popular sal de apio es una de las alternativas más sanas para quien necesite reducir el contenido de sodio en su dieta. Estas semillas son perfectas para dar aroma a los zumos, caldos o purés de verduras. Destacan sus propiedades antiinflamatorias y su poder calmante sobre la gota o la artritis. Para limpiarnos por dentro y facilitarnos la digestión podemos masticar unas semillas de apio después de comer.
Semillas de cilantro. De fuerte sabor, son esenciales en la cocina india y de Medio Oriente. Con su esencia se elaboran licores y vermuts y con ellas se elabora una rica salsa de manzana y cebolla. Añadiendo pequeñas dosis de cilantro en nuestros platos nos beneficiaremos de sus efectos tónicos y estimulantes.
Semillas de eneldo. Se vienen utilizando desde hace siglos en los países escandinavos o los del este de Europa para elaborar vinagre o pepinillos en vinagre. Con estas semillas también aromatizan todas las sopas, dándoles un toque muy especial. Tienen propiedades carminativas, estimulantes, digestivas y, gracias a sus efectos sedantes, ayudan a tratar el insomnio. Tomadas como infusión son apropiadas para estimular la producción de leche en las madres durante la lactancia y aliviar los cólicos de los bebés.
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