Según la leyenda, uno de los atractivos de Cleopatra que más cautivó al romano Marco Antonio, fue la belleza irresistible de su piel, que ella atribuía al empleo del gel de aloe. Cuentan también que Aristóteles antes de iniciar la campaña oriental, aconsejó a Alejandro que conquistara la isla de Socrotora –cerca de la Arabia- para proveerse de aloe con el que curar las heridas del combate. Ya en los tiempos más remotos eran conocidas sus virtudes medicinales, desde la China y la India hasta el norte africano, y la primera descripción del aloe se encuentra en el papiro egipcio de Ebers, 1.500 a.C.
En el siglo I d.C., Discórides describió extensamente en su herbario griego al Aloe vera así como sus virtudes medicinales y cosméticas. Los árabes, grandes consumidores, lo llevaron a sus campañas y al finalizar la reconquista dejaron extensos savilares (campos de aloe) en Andalucía. A comienzos del siglo XX la medicina occidental sólo recordaba sus poderosos efectos purgantes, hasta que –ante las úlceras y quemaduras casi incurables producidas por los rayos X o las radiaciones atómicas- algunos doctores probaron el antiguo remedio, comprobando que era el más efectivo. Por entonces las hojas se enviaban frescas desde los trópicos, al no saber conservarse su jugo o gel.
En 1942, durante sus vacaciones en Florida, un ingeniero químico quedó muy sorprendido por el alivio inmediato que le produjo el jugo fresco de aloe derramado por un amigo sobre su espalda quemada por el sol. Según sus propias palabras: “Su jugo es la más asombrosa mezcla de antibiótico, astringente, agente coagulante, inhibidor del dolor y estimulante del crecimiento de los tejidos que conocemos de la naturaleza. Actualmente, sabemos también que el aloe posee propiedades antiinflamatorias. Se utiliza cada vez más en cirugía plástica y dermatología”.
ALOE VERA
El aloe o sávila, del sábira árabe, pertenece a la familia de las liliáceas, hermanas de especies tan dispares como el drago canario y el ajo vulgaris. Tiene el aspecto de una pita de color verde claro, tirando a marrón cuando hay poca agua y mucho sol y verde cuando se planta en nuestros jardines. Se conocen doscientas especies, no todas medicinales. Habita en las zonas cálidas de Asia, África y América, en laderas secas y soleadas. En el Estado español crece un la cuenca mediterránea, Andalucía y Canarias. Cunado comienza la primavera, le crece un bastón con uno o varios extremos de donde penden flores rojas, naranjas o amarillas, según la especie. En libertad la planta crece en racimos, y es capaz de soportar largos períodos de sequía.
Para uso medicinal es conveniente emplear plantas de más de tres años o el zumo de aloe estabilizado y los preparados que se comercializan. En el primer caso hay que cortar siempre las hojas más bajas, donde se concentran los elixires; el corte se cerrará rápidamente. Entre la piel y la pulpa corre un líquido amarillento –el zumo- amarguísimo y de olor un tanto desagradable, muy efectivo como purgante. Deben abstenerse de usarlo embarazadas, niños y quienes padezcan hemorroides sanguinolentas. En pequeña cantidad y mezclado con otros ingredientes es tonificador y vitaliza. La pulpa de sus hojas carnosas es una gelatina transparente impregnada de un jugo pegajoso, incoloro o insípido, que es el que se utiliza.
USO INTERNO
Una cucharada de jugo de aloe mezclada con frutas por las mañanas es una excelente medida preventiva de enfermedades del aparto digestivo e incluso del cáncer. Tonifica y aumenta las funciones protectoras del organismo. Es reconocida su eficacia para tratar úlceras, disenterías y demás inflamaciones del intestino. Para combatir el estreñimiento algunos cortan trozos de la piel verde de la hoja, los meten en una jarra de agua en la nevera, y beben de ella un par de veces por semana. Se emplea también contra el asma respirando el vapor de las hojas hervidas. Contra las anginas, gárgaras con agua o limón. Antiguamente se empleaba para calmar el dolor de oídos –una gota del jugo es suficiente- y diluido al cincuenta por ciento con agua se utiliza para enfermedades oculares, incluso para las cataratas.
En cualquier caso, cuando se padece una enfermedad es necesario consultar a un fitoterapeuta el uso más conveniente.
USO EXTERNO
Antes de iniciar cualquier tratamiento con el jugo de aloe es prudente comprobar si se es alérgico. Para ello se extiende un poco de jugo en la piel suave del antebrazo durante varios días: si hay alergias, aparecerá una erupción suave acompañada de un picor ligero y será preciso buscar otro remedio.
Tratamiento de heridas. El aloe pertenece a un grupo de plantas llamadas xeroides, que tienen la facultad de cerrar inmediatamente sus estomas ante cualquier corte o herida, evitando la pérdida de agua. Quizá fue esta propiedad cicatrizante la que indujo a los antiguos a utilizarla para curar heridas. Lo primero es lavar bien la herida, cortar un trozo de hoja y abrirlo por la mitad, poner la pulpa sobre la herida y vendar. Si se emplea sólo el jugo o un ungüento comercial, se mantiene siempre mojada la gasa, para impedir la infección. Si no, se coloca un buen trozo de pulpa sobre la herida y se mantiene un mínimo de doce horas. En cualquier caso agiliza la curación y reduce las cicatrices.
Quemaduras. Un remedio conocido hace miles de años consiste en abrir la hoja por la mitad –o extraer el jugo raspando la pulpa con un cuchillo- y mantener la quemadura untada de él durante las primeras cuarenta y ocho horas. Si la quemadura fue causada por ácidos, lo primero será lavarla lo mejor posible. Como el jugo de aloe es astringente conviene mezclarlo con un agente lubrificante –los ungüentos ya lo contienen- como el aceite de oliva o cualquier otro, evitando así la excesiva sequedad del tejido.
Alergias cutáneas y picaduras. Untar la zona afectada dos veces al día con el jugo equilibrado con aceite o con ungüento ayuda a curar la psoriasis. Ante cualquier picadura de insecto, de aguaviva (medusa) o de ortiga, rociar lo antes posible la zona afectada con el jugo. Mezclado con agua y rociado con un pulverizador espanta a los mosquitos.
Hongos. Resulta ineficaz para manejar todas las posibles infecciones de hongos, pero ha demostrado ser muy útil para tratar unos cuantos:
Pie de atleta: se envuelven los dedos con trozos de pulpa, se cubren bien y se deja toda la noche. En forma de ungüento también es eficaz.
Tiña: si afecta la piel se emplea un ungüento o el jugo aceitado. Si ataca al cuero cabelludo se aplica directamente el jugo hasta un par de semanas después de su desaparición. El pelo volverá a crecer.
Herpes labial o afta: aplicar frecuentemente el ungüento o el jugo con la precaución de no emplear el zumo amarillo porque puede llegar a quemar. También se utiliza para tratar llagas o úlceras de la mucosa bucal.
Embarazo, parto y enfermedades infantiles. Para la prevención de estrías es conveniente untarse todos los días con jugo de aloe o una crema durante el embarazo y después del parto, hasta que el vientre vuelva a su posición anterior. En caso de desgarro o episiotomía es una bendición aplicar gasas con jugo, pulpa o ungüento de aloe. También es un buen remedio para las grietas del pezón, pero hay que lavarse bien antes de dar de mamar al bebé, o no querrá más teta (en el campo se utilizaba de esta forma para destetar a los niños mamones). El jugo ayuda a cicatrizar el ombligo del recién nacido y se emplea también en caso de circuncisión. Da buen resultado para tratar las irritaciones provocadas por los pañales, secar las bolsas de la varicela y calmar los picores del sarampión o de la rubeola.
USO COSMÉTICO
En estos tiempos que vivimos de culto a la imagen, de retrasar al máximo los signos de decadencia, de avergonzarnos incluso de envejecer, es cuando está más avanzada la investigación de las virtudes cosméticas del aloe:
Cuidado del cutis. El jugo del aloe se emplea para limpiar la piel, pero para rejuvenecerla es conveniente equilibrarlo con un emoliente suave –la crema de cutis que se emplea normalmente- o utilizar cremas ya preparadas. Los tejidos blandos se tonifican suavizando las arrugas y los poros, dejando la piel más suave y con un aspecto más saludable. Utilizado después del afeitado desaparece el ardor y suaviza la piel.
Acné. Conviene no emplear cremas limpiadoras, que por lo general llevan alguna grasa que tapona aún más los poros. Si el cutis es graso empléese el jugo directamente y al cabo de unos días mejorará la infección y reducirá las cicatrices. Para reducir cicatrices da buen resultado aplicar dos veces al día el jugo con aceite o una crema enriquecida con vitamina E.
Manchas marrones. Aparecen a medida que se envejece, en las zonas más expuestas al sol. Aplicaciones diarias de jugo equilibrado o crema durante meses las puede reducir ligeramente. Por supuesto, junto a la aplicación de un filtro solar.
Cuidados del pelo y cuero cabelludo. El jugo de las hojas se usaba desde antiguo como champú, fijador, acondicionador y brillantina, con buenos resultados. Los indios mejicanos, muy aficionados al aloe –rara es la granja mejicana que no tiene aloes con lacitos rojos en algunas de sus hojas para prevenir el mal de ojo- se untan el cabello con el jugo y lo dejan secar, lavándose a la mañana siguiente. Hace espuma y aumenta el brillo y la manejabilidad.
Cuidado de las uñas. Untarlas con el zumo amarillo es un buen remedio para dejar de comérselas. El jugo transparente las endurece y embellece. Es eficaz dormir con las uñas envueltas en gasas empapadas de jugo de aloe para combatir el hongo que las ataca.
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